ESPAÑA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Pero en el tema de la maldita ley del aborto aprobada en el Parlamento la gatita dejó enseñar más de la cuenta las uñas de su patita y sostuvo la tesis del gran avance de la mujer de hoy: el derecho a matar a su hijo antes de nacer.

Los gatos del corral enseñaron el bigote de la verdad ante tal posición, como si cantaran aquella vieja copla: «Catalina (Cristina) nos quiere gobernar». Sólo salió en su defensa otra mujer con unos ademanes parecidos a los de Leire Pajín, cuyo jolgorio de besos y abrazos ante el éxito democrático del Parlamento repateaba el cerebro de Pablo Castellanos. Ésta es la situación trágica de esto que llaman «democracia» en esta España putrefacta de corrupción en todos los órdenes, encenegada a tono con la crisis económica. El mismo día en que Rodríguez Zapatero se expresaba como presidente de la UE en el podio altísimo de la ONU, aplaudiendo con voz engolada el gran avance de haber eliminado la pena de muerte para los más grandes malhechores, porque argumentó diciendo: «Nadie tiene derecho a disponer de la vida del hombre», ese mismo día, en España, el Parlamento aprobaba la Ley que convierte en derecho aplicar la pena de muerte a los mayores inocentes antes de nacer. Y Cristina Alberdi, la que en tantas ocasiones discrepa de ZP, ahora, como si sufriera un eclipse de razón, trata de convencernos de que esta ley del aborto libre es un avance del feminismo, exigiendo silencio al padre de la criatura por no ser el embarazado, como si el propósito de una mujer que va al matrimonio con la intención de matar a capricho a sus hijos antes de nacer no fuera causa de nulidad de matrimonio, en base al derecho del marido a tener la madre que le dé hijos. Y eso de que el Rey, a la hora de promulgar con su firma esta maldita ley mandando acatarla, sea un simple muñeco de guiñol manipulado sin responsabilidad personal, no me lo creo, y por tanto no me lo trago y no me quisiera ver en su pelleja a la hora del juicio inapelable de Dios, ante quien todo hombre es responsable de sus actos humanos, es decir, conscientes. Y tengo para mí que si fue tan malo el rey Herodes por matar a los niños menores de dos años, con la intención de que cayera Jesús, futuro rey del universo, no puede ser mejor quien manda acatar esa ley, viendo con buenos ojos matar a los niños antes de nacer. ¡¿En qué queda el holocausto judío de los nazis?! Al menos los nenes que mataba Herodes podían quejarse llorando al verse arrancados de los brazos de su madre que rugía como una leona. Pero de ahí a que sea la propia madre más fiera que una leona la que mate con odio visceral en su vientre, fuente de la vida, es, Cristina Alberdi, la mayor aberración mental del ser humano. Juan Carlos I fue puesto en el trono para ser rey de todos los españoles. No estará en sus manos que todos los vascos y catalanes lo sean. Pero sí está en su mano que todos los que tienen derecho a nacer puedan ser tan españoles como el mismo rey. Y Dios quiera que le tiemble el pulso a la hora de legalizar el crimen más abominable en la mayor impunidad. Sólo me queda apelar al juicio de Dios, porque en esta España que tanto nos duele no se ha querido hacer un referéndum sobre el aborto, porque ya no hay diferencia entre democracia y «el cuento de la buena pipa». Recuerdo a un joven asturiano a quien le cortaron la lengua antes del martirio por negarse a blasfemar. Un rey católico tiene que preferir entrar manco en el Reino de los Cielos antes que firmar una ley radicalmente contraria al «No matarás» de la ley de Dios. Ya lo dijo Jesús: «El que no está conmigo, está contra mí».